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PRÓLOGO DE LA PRESENTE EDICIÓN
Alejandro García Caturla (1906 – 1940) nació en Remedios, las Villas, y desde temprana edad demostró unas dotes excepcionales para la música. Comenzó a estudiar a los ocho años con Fernando Estrems y un año más tarde continuó formándose en la Academia de María Montalbán, aprendiendo solfeo, teoría de la música y piano. Como instrumentista también se formó con la violinista América Pando Ruiz y abordó, ya en 1924, los estudios de canto en La Habana con Arturo Bovi y Tina Farelli. Asimismo, tomo clases de armonía, contrapunto y fuga con el compositor español Pedro Sanjuán. Durante los años 20 desempeñó múltiples labores: pianista en los diversos cines de la capital, cantante, organizador de eventos culturales, director
de orquesta, etc. En 1927, se graduó como Doctor en Derecho Civil para ser designado juez de Placetas (no en vano, Caturla fue músico por vocación propia y hombre de leyes por influencia familiar).
El año 1928 es decisivo para su actividad. Gracias a su cercana amistad con Alejo Carpentier, el autor decidió marchar a París, donde estudió con Nadia Boulanger.
Allí estrenó varias de sus obras y se relacionó con personalidades como Robert Desnos, Georges Sadoul, o el compositor Edgar Varèse. A la vuelta de este fructífero viaje, Caturla ya se había convertido en una figura de renombre en su tierra, y se le otorgó el título de Hijo Ilustre de la ciudad de Remedios. Un año más tarde volvería a Europa junto con el compositor Eduardo Sánchez de Fuentes representando a Cuba en el festival Iberoamericano de la Exposición Internacional de Barcelona, donde también estrenó con éxito varias obras y tomó contacto con el director de orquesta Bartolomé Pérez Casas, el musicólogo Adolfo Salazar o los compositores Ernesto Y Rodolfo Halffter. De allí marchó a París, junto al
mexicano Manuel María Ponce estrenando otras tantas obras que fueron muy bien acogidas.
A parte de su labor como crítico y articulista, Caturla también desarrolló su actividad como divulgador. Junto con el director y pedagogo José María Montalván, organizó la Orquesta Sinfónica y la Sociedad de Conciertos de Caibarién, gracias a las cuales el público tuvo acceso a las creaciones de los grandes clásicos (Mozart, Ravel o Debussy) y otros contemporáneos como Stravinsky, Gershwin o Falla. Caturla fue un intelectual completo, de sólida formación académica, refinado, pero
ajeno a todo esnobismo, y siempre independiente en todos los aspectos de su vida.
Conviene destacar, junto con su vertiente artística, su carácter luchador y su denodado interés como hombre de leyes en la lucha contra los prejuicios raciales y los
convencionalismos sociales de su tiempo. Una actitud comprometida que produjo que, a la temprana edad de 34 años, el 12 de noviembre de 1942, fuese asesinado por un
hombre que él mismo debía procesar.
El conjunto de obras para piano que presentamos aquí fue creado en Remedios y La Habana entre los años 1926 1927, y representan un íntimo reflejo del quehacer compositivo de Caturla en muchos aspectos.
La particular estética de vanguardia de este compositor se basa en la combinación de tres principales influencias. La primera es la corriente nacionalista cubana que hunde sus raíces en el siglo XIX. Caturla asimiló y estudió con devoción las obras de sus precursores, centrándose en Manuel Saumell e Ignacio Cervantes. No obstante, el nacionalismo que representa el autor es diferente al de sus predecesores. La utilización de materiales del folklore va más allá de la transcripción melódica: dichos materiales se someten aquí a una deconstrucción, se manifiestan los giros y las formas del lenguaje captados y se organizan de un modo más científico. La otra fuente que se combina en la estética de Caturla es la que proviene de la corriente postimpresionista francesa y el neoclasicismo stravinskiano, como corriente que busca la integración de lo viejo y lo nuevo. La tercera fuente viene definida por la poderosa atracción del compositor hacia los rasgos africanos de la música cubana. Esta identificación con la cultura negra suponía algo más que subversivo en aquellos tiempos.
A partir de estos tres principios nace el particular universo musical de Caturla, un estilo creado mediante un complejo proceso de mestizaje que surge gracias a su capacidad de asimilación de las estructuras melódicas cubanas, sus modos y sus fórmulas cadenciales, y de los aportes de la vanguardia contemporánea europea, como la polirritmia y la politonalidad. La evocación del primitivismo, y los elementos pentatónicos o modales, junto con la síncopa y los ostinatos rítmico-melódicos son una constante en sus piezas.
Aparte de estas obras presentadas aquí, de su producción destacan sobre todo sus Danzas, tanto en versión orquestal como su versión para piano (publicadas también por Cuatro 40 Ediciones, junto con otras): son la Danza Lucumí y Danza del Tambor. Destacan también sus Dos Poemas Afrocubanos y su ópera Manita en el suelo, ambas con textos de Alejo Carpentier, su obra Bembé, y su Primera Suite Cubana, para ocho instrumentos de viento y piano.
Rodrigo Lasso
Madrid, 2012
ÍNDICE
Sonatina (pág. 2)
Canzonetta (pág. 6)
Elegía Litúrgica (pág. 8)
Momento Musical (pág. 12)
Preludio Corto nº 2 (pág. 14)
Extracto de Canzonetta
Extracto de Sonatina
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Número de páginas: 16
Primera edición: 2012
Depósito Legal:
ISMN: 979-0-801265-20-3