Enrique Mejía Arredondo nació el 14 de marzo de 1896 en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, México. Desde su infancia, Mejía Arredondo mostró un talento excepcional para la música, aprendiendo a tocar varios instrumentos de manera autodidacta antes de recibir formación formal. Su familia, aunque no particularmente adinerada, reconoció y apoyó su talento, proporcionándole los recursos necesarios para nutrir su creciente pasión por la música.
A los 15 años, Mejía Arredondo se trasladó a la Ciudad de México para continuar su educación musical. En la capital, estudió en el Conservatorio Nacional de Música, donde fue alumno de destacados maestros como Manuel M. Ponce y Julián Carrillo. Estas influencias fueron fundamentales en su desarrollo artístico, proporcionándole una sólida base técnica y una comprensión profunda de la teoría musical y la composición. Durante su tiempo en el conservatorio, Mejía Arredondo comenzó a desarrollar su estilo único, que combinaba la tradición clásica europea con elementos de la música popular mexicana.
En la década de 1920, Mejía Arredondo viajó a Europa para perfeccionar sus habilidades y ampliar sus horizontes artísticos. Estudió en París, donde asistió a clases con reconocidos compositores como Paul Dukas y Nadia Boulanger en el Conservatorio de París. La estancia en Europa fue un periodo de gran enriquecimiento para Mejía Arredondo, quien absorbió las tendencias modernas y las incorporó a su propio trabajo. Durante estos años, compuso varias obras que mostraban su habilidad para fusionar la técnica clásica con la frescura de la música mexicana.
De regreso en México, Enrique Mejía Arredondo se convirtió en una figura central de la vida musical del país. Su obra abarcaba una amplia gama de géneros, desde música sinfónica y de cámara hasta piezas para piano y guitarra. Entre sus composiciones más destacadas se encuentran «Sinfonía Azteca,» una obra monumental que integra ritmos y melodías indígenas en una estructura sinfónica, y «Danzas Mexicanas,» una serie de piezas orquestales que celebran la riqueza y diversidad del folclore mexicano. Estas obras no solo fueron aclamadas por su belleza y originalidad, sino que también desempeñaron un papel crucial en la definición de una identidad musical mexicana.
Mejía Arredondo también fue un ferviente defensor de la educación musical en México. En 1935, fue nombrado director del Conservatorio Nacional de Música, donde implementó reformas que modernizaron la enseñanza y ampliaron el currículo para incluir más estudios sobre la música mexicana. Durante su mandato, el conservatorio se convirtió en un semillero de talento, produciendo numerosos músicos y compositores que contribuyeron al desarrollo de la música en el país.
A lo largo de su carrera, Mejía Arredondo recibió numerosos premios y reconocimientos tanto en México como en el extranjero. Su contribución a la música fue ampliamente reconocida, y sus obras fueron interpretadas por orquestas y solistas de renombre internacional. Además de su labor como compositor y educador, fue un activo promotor de la música mexicana, organizando conciertos y eventos que destacaban el talento local y promovían la cultura musical del país.
La vida de Enrique Mejía Arredondo estuvo marcada por su incansable dedicación a la música y su amor por su país. Su capacidad para capturar la esencia de la cultura mexicana en su música lo convirtió en una figura querida y respetada en la escena musical. A pesar de los desafíos y obstáculos que enfrentó a lo largo de su vida, su pasión y compromiso nunca flaquearon, y continuó componiendo y enseñando hasta su fallecimiento el 28 de junio de 1975.
Hoy en día, el legado de Enrique Mejía Arredondo perdura a través de sus composiciones y su influencia en la educación musical en México. Sus obras continúan siendo interpretadas y apreciadas, y su enfoque en la integración de la música tradicional mexicana en un contexto académico ha inspirado a generaciones de músicos y compositores. Enrique Mejía Arredondo no solo dejó una huella imborrable en la música mexicana, sino que también ayudó a definir y promover una identidad musical que celebra la rica herencia cultural de su país.