Eduardo Fabini nació el 18 de mayo de 1882 en Solís de Mataojo, un pequeño pueblo en el departamento de Lavalleja, Uruguay. Desde temprana edad, Fabini mostró una notable inclinación hacia la música, aprendiendo a tocar el violín y el piano de manera autodidacta. Su entorno rural, con sus paisajes naturales y la vida campestre, ejerció una influencia duradera en su obra, convirtiéndose en una fuente constante de inspiración a lo largo de su carrera.
A los 16 años, Fabini se trasladó a Montevideo para continuar su formación musical de manera formal. En la capital uruguaya, estudió violín con Francisco Raffaelli y composición con León Ribeiro. Sus primeros pasos en la música profesional lo llevaron a integrarse en la vida musical de la ciudad, participando en orquestas y ofreciendo recitales que comenzaron a destacar su talento. Durante esta etapa, también comenzó a componer sus primeras obras, en las que ya se vislumbraba su capacidad para capturar la esencia de los paisajes y la cultura uruguaya.
Con el objetivo de perfeccionar sus habilidades y ampliar sus horizontes, Fabini viajó a Bruselas en 1902 para estudiar en el Conservatorio Real. Bajo la tutela de maestros como César Thomson y François-Auguste Gevaert, Fabini desarrolló una técnica refinada y un profundo conocimiento de la teoría musical. Su estancia en Europa no solo le brindó una formación sólida, sino que también le permitió entrar en contacto con las corrientes musicales contemporáneas y establecer relaciones con otros músicos y compositores.
Durante su tiempo en Europa, Fabini compuso varias obras que reflejan su formación clásica y su amor por su tierra natal. «Campo», una de sus composiciones más emblemáticas, es una pieza sinfónica que evoca los paisajes rurales de Uruguay con un lenguaje musical que combina el impresionismo europeo con elementos del folclore local. Estrenada en Bruselas en 1913, «Campo» recibió elogios por su originalidad y su capacidad para transportar al oyente a los vastos y tranquilos campos de Uruguay.
Después de su regreso a Uruguay en 1914, Fabini se estableció como una figura central en la música del país. Su obra continuó explorando temas nacionales y folclóricos, siempre con una sensibilidad lírica y una sofisticación técnica que lo distinguían. «Mburucuyá», otra de sus composiciones destacadas, es una suite orquestal que integra ritmos y melodías de la música indígena y criolla, demostrando su compromiso con la identidad cultural uruguaya.
Además de su labor como compositor, Fabini fue un ferviente promotor de la música en Uruguay. En 1922, fundó la Orquesta Sinfónica de Montevideo, que más tarde se convertiría en la Orquesta Sinfónica del SODRE, una institución fundamental para el desarrollo de la música sinfónica en el país. Bajo su dirección, la orquesta ofreció numerosas obras de compositores uruguayos e internacionales, y se convirtió en un vehículo importante para la difusión de la música clásica en Uruguay.
La vida de Fabini también estuvo marcada por su trabajo como educador. Fue profesor en el Conservatorio Nacional de Música, donde formó a varias generaciones de músicos uruguayos. Su influencia en la educación musical del país fue profunda, y muchos de sus estudiantes continuaron su legado, convirtiéndose en destacados músicos y compositores.
A lo largo de su carrera, Fabini compuso una vasta cantidad de obras que abarcan géneros como la música sinfónica, la música de cámara, y las piezas para piano y violín. Entre sus composiciones más importantes se encuentran «Suite Florida», una serie de piezas orquestales inspiradas en la flora y fauna de Uruguay, y «La Isla de los Ceibos», una obra que combina la narración poética con la música sinfónica para contar una historia de amor y naturaleza.
La música de Eduardo Fabini es una celebración de la identidad uruguaya, una fusión de la tradición europea con las raíces locales que crea un lenguaje musical único y profundamente emotivo. Su capacidad para capturar la esencia de su tierra natal en sonidos ha dejado una marca indeleble en la cultura musical de Uruguay. Fabini falleció el 17 de mayo de 1950, un día antes de cumplir 68 años, dejando un legado que sigue vivo a través de sus composiciones y su influencia en la música uruguaya.
Eduardo Fabini es recordado no solo por sus contribuciones como compositor, sino también por su papel en la promoción y desarrollo de la música en Uruguay. Su vida dedicada a la música y su amor por su país se reflejan en cada una de sus obras, que continúan siendo interpretadas y admiradas tanto en Uruguay como en el extranjero. La riqueza de su legado perdura, inspirando a nuevas generaciones de músicos y compositores a explorar y celebrar la identidad cultural uruguaya.